martes, 31 de mayo de 2016

Señor profesor

Y no venga, señor profesor
a decirme que no tengo luz.


No venga, y me diga: 
Cállese
y siéntese como una señorita!"


Olvídese de las reglas,
sólo acuérdese del respeto.
¿Qué sería un colegio sin sus estudiantes?
Estudiantes, no alumnos.


En cada uno de nosotros hay una estrella,
hay un ingeniero,
hay un empresario,
hay un artista.


Y no venga, 
señor profesor, no venga
a decirme que no tengo luz.
Porque yo estudio y aprendo,
no soy tu discípula.


"Tengan conciencia
de que ustedes son la luz del mañana",
dirán algunos.
Yo afirmo, mientras tanto,
que somos la luz del hoy.

domingo, 29 de mayo de 2016

Espada

Escuché tu voz
y en un simple instante morí.


Fue tu espada de juguete la que atravesó mi pecho
y la única que me hizo sangrar.
Las únicas balas capaces de noquearme
provenían de tus palabras y lloraban
mis ojos,
aunque sin derramar lágrima alguna.


Y si explotaba mi cabeza era exclusivamente tu culpa,
o tal vez también la mía
al otorgarte la autoridad para hacerlo.


Te quise, te amé, te adoré.
En el mismo momento en el que te repudiaba,
y odiaba con todo mi ser. Mi alma.


Escuché tu voz, y en un simple instante morí.
Y sentí tajante el sonido de tu silencio,
al cual yo imploraba por favor y con fervor:
¡interrúmpeme otra vez!

sábado, 21 de mayo de 2016

Azucenas y bergenias

Fue entonces cuando me di cuenta
que no todas las flores crecen en primavera.
Las más bellas florecen en septiembre,
y las más fuertes nacen con el frío.


Puede gustarte sólo la flor de pradera,
pero sólo pueden amarse los pétalos
cuando están congelados
y petrificados por la ventisca.


Y es que a estas flores las siento tan cercanas.
Estas flores, ¡son tan mías!


Amigo mío,
jamás será lo mismo una azucena que una bergenia.
Una brilla con su amarillo y cálido color.

Llamativa, preciosa.
La otra, rosa pálida, imperceptible.
Pero de raíces inquebrantables.


Me da lástima tener que admitir que
no soy ninguna de las dos. Mas
¡qué orgullo poder decir:
soy ambas!

martes, 17 de mayo de 2016

Porque...

Porque sus ojos celestes ahora me miraban con tristeza,
y sus lágrimas transparentes terminaban volviendo
aún más azul, su marino iris.
Profundo.
Combinado con el rojo ardor que provocaban en ellos.


Porque sus manos delicadas
ya no tenían fuerza ni para saludarme,
y sus anillos se le resbalaban.


Porque sus pasos se volvieron más lentos,
y cuando la llamaba no volteaba a mirarme.
Y aceleraba,
mientras tapaba su cara,
para no verme, siquiera.


Porque la amaba, quise seguirla amando.
Incluso sabiendo lo rota que estaba,
y que yo no era capaz de arreglarla.
Incluso sabiendo que yo era, en gran medida,
quien cargaba la culpa.


Incluso siendo yo el también
marino, y frío
azul donde ella se ahogó.

sábado, 14 de mayo de 2016

Margaritas

Cuando te miro
todas las flores se vuelven margaritas.


Lavan sus pétalos hasta que relucen de blanco,
tiñen su polen color abeja,
y visten de verde seda sus tallos
para luego sus zapatos, cafés como la tierra, calzarse.


Blanco, amarillo, verde y café.
Los colores de tus ojos, los colores de tu alma:
cálida,
plácida.


Sólo hace falta tu negra pupila
para completar a esta flor.


Sólo hace falta algún manchón negro
para reflejar lo negro en tu alma,
que no por eso deja de parecerme un lugar
cálido en el que recostarse.


Me duele y me da miedo
que aún me siga pareciendo así:
plácida.

jueves, 12 de mayo de 2016

Inamovible


Amo y odio tanto esa palabra.
Porque te describe perfectamente,
y a tu recuerdo se me hace imposible
correrlo de ella. Está ligada.
Inamovible.

Más que nada me describe a mí,
y a mi incapacidad para olvidarte.
No puedo borrar tuyos los trazos
de lápiz dibujados en el pálido,
blanco lienzo de mi piel.
Inamovible.

Porque reemplazarte es muy fácil,
pero sólo si hablamos del cuerpo.
Si me acogen otros brazos, plácidamente
descanso sobre ellos. Y me sostienen.
Mas cuando me sueltan, no me siento llena.
Algo me falta. Y sos vos,
inamovible.

A veces me creo que soy una naranja completa.
Y en realidad sólo soy un damasco sin su carozo.
Alegre, ¡tan llena de alegría! Mas bajo el naranja
brillante, estoy vana. ¡Tan llena de vacío!
Y ese vacío es igual a vos.
Inamovible.

martes, 10 de mayo de 2016

Mermaid

Crazy,
crazy red hair.
You told me.
How could you do that to your head?


I wanted to sing
for you.
I answered.


You looked me in the eyes
and saw the blue.
The deep blue ocean for a second.


I wanted to sing for you, dear!
I wanted to be your mermaid!


But my voice was taken.
And the worst is:
she didn’t steal it from me.
I gave it to her.


I’m laying on the sand next to my prince.
But I can’t sing to him.
My voice is gone.


The only thing that I could do
to be your mermaid
was dyeing this crazy,
crazy red hair.

lunes, 9 de mayo de 2016

Belleza

Cantaban las sirenas en el fondo del mar, 
cantaban.
Bailaban las ninfas a la orilla del río,
bailaban.
Todas me recordaban a ella.
Todas me recordaban a ti.

Los ojos cerrados y los brazos extendidos,
las bocas abiertas insinuando una voz.
Tupidos los prados donde ellas giraban,
finos los pies que rozaban el piso.
Y me hacían volar la cabeza.


¡Qué belleza!, pensé.
¡Qué belleza la que estoy presenciando!
Quise exclamarlo, quise gritarlo, quise bramar.
Pero callé.


En cada una de ellas veía a mi hermana.
Veía a mi madre, a mi prima, a mi abuela.
Veía en sus ojos reflejadas sus almas,
y veía en cada diente una sonrisa,
que alumbraba tal y como un lucero.


¡Calla, niña tonta! ¡Calla!
Me decía a mí misma.
¡Ten cuidado que te van a descubrir!
Pero yo sólo quería admirar la belleza.
Aquella belleza
que jamás pude ver en mí.

domingo, 8 de mayo de 2016

Llora por mí...

...y no en mi nombre.
Llora por mí.
No te emborraches.
Llora por mí,
hazme el maldito favor.
¿Acaso no ves
que no puedo llorar por mí misma?
¿Acaso no ves
que el alma se me secó?

jueves, 5 de mayo de 2016

Mujer

Yo estaba desnuda, con los pies descalzos. Lo único que cubría mi cuerpo eran las pulseras de plata que uso hace tantísimos años. Nunca desde entonces me las había quitado. Es más, jamás había pensado en quitármelas. No hasta que la conocí.
Ella se encontraba justo en frente de mí. También desnuda. Tan libre, tan fresca. Sin ninguna atadura. Se acercó despacio. Sigilosa. En ese momento temblé. Recorrí su anatomía con mi mirada. Visualicé sus tatuajes. Eran demasiados como para siquiera estimar un número.
Fue entonces cuando la miré a los ojos. Ella miró los míos, y sin dejar de hacerlo tomó suavemente mis muñecas. No aguantaba sus pupilas e iris sobre mí. Miré nerviosa mis muñecas, luego su cara, luego mis muñecas y así varias veces.
Delicadamente deslizó sus dedos y maniobrando sus largas uñas, perfectamente pintadas, me despojó de mis pulseras. Era la primera vez en toda mi vida en la que me sentí plenamente libre. Yo era un pequeño pajarito tembloroso, al que le habían abierto la puerta de la jaula en la que él mismo se había encerrado. No fue hasta haberla conocido a ella, y específicamente ese momento, que pude por fin saberlo. Era definitivo. Nunca me había sentido tan mujer.