pero no
sentí calor.
No fue ese
rojo que hierve
cuando se
enciende el más intrínseco de los dolores.
Hoy me sentí
azul, hoy me helé.
Y aunque no
son tus ojos los azules,
sí que lo es
tu mirada.
Congelada.
Sumergida en
el más profundo azul marino,
se paralizó
todo.
Me ahogué.