El deseo no se aminoraba. Querer ser
libre era lo único que tenía en mente, y era el único camino que iba a tomar.
No podía quedarme maltrecha bajo un régimen corrupto, implorándole que me
devolviera a mi familia. Yo debía luchar. Pelear no por lo ya vivido y sí por
lo que había por vivir. No iba a resignarme a una vida basada en soledad
y melancolía. ¿Qué sentido tenía llorar? Si lo único que conseguía así era que
se me corriera el maquillaje y se me hincharan los ojos. Quería creer que todo
lo que había pasado no había sido más que culpa del destino. Pero debía probar
lo contrario. Quedarme sentada lamentándome no era una opción. Mi ventura
dependería sólo de mí misma, y fue entonces cuando salí y cerré la puerta de la
casa. Corrí hasta llegar muy lejos, tanto que casi no podía alcanzar a ver
lo que había dejado atrás.
jueves, 25 de junio de 2015
miércoles, 24 de junio de 2015
Conquista
Cuando tus sueños duerman y tus alas reposen,
cuando tu luz se apague y se callen tus voces,
cuando el sol se baje y se vista de noche,
cuando tu piel se seque y no sientas su roce,
cuando el mar enfurezca y con olas destroce,
cuando se pare la máquina y el hilo no cosa,
cuando la magia muera y no exista el rosa,
cuando se caiga tu mundo y pierdas tus pistas,
cuando cese la fiesta y no haya nadie en la pista,
cuando tu corazón ya no lata y tu alma no resista,
ven a abrazarme.
Luego vuelve y conquista.
Luego vuelve y conquista.
viernes, 5 de junio de 2015
Realidad
El cielo
cambió de color, y el regusto ácido del vino se intensificó. El viento voló las
hojas resecas dentro de la casa. Todo se dio vuelta y por activa o por pasiva
te mareó. Alucinaste.
Retumbaban
los cantos de las aves en tus oídos. El aire cada día más puro, el sol
más brillante y arrasador. La taza de café se te resbaló de las manos, y el
brebaje te quemaba cada vez más la garganta.
¿Es dulce o
amargo? Te preguntaste cuando probaste la mermelada de higo, y cuando con la
misma confusión saboreaste una cucharada de tu pequeña y minúscula realidad.
lunes, 1 de junio de 2015
Fumar mata
Las penas desbordan. Necesitas algo que te haga sentir mejor. Buscas en
tu cartera la cajetilla de cigarrillos para poder fumarte uno y dejar tu
alma en paz. Tomas el encendedor y lo prendes. Las chispas empiezan a
saltar y das un primer largo pitido. Sueltas el aire suave y
detenidamente, mientras ves el humo volar frente a tus ojos. Sales al
patio para no dejar evidencia de tu silencioso acto de cobardía. Sientes
la fría brisa en tu cara y cómo se enfrían tus vías nasales al
respirar. Ya sentada en el pasto absorbes de nuevo tu droga, mientras
ves cómo se quema poco a poco. Se consume lentamente al igual que tú y
tu alma. Estás vacía, y llenarte de mentiras no te servirá de nada. En
el fondo lo sabes, pero no puedes evitar querer sentir como si valieras
algo, y para eso necesitas suicidarte de a poco. ¿Y con qué sentido? Si
al fin y al cabo sólo estás vendiendo todo lo que eres y representas a
una empresa que se dedica a ayudar a gente ya muerta a que se siga
pudriendo. Fumar no sólo mata. Fumar te entierra cada día más profundo.
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