domingo, 29 de mayo de 2016

Espada

Escuché tu voz
y en un simple instante morí.


Fue tu espada de juguete la que atravesó mi pecho
y la única que me hizo sangrar.
Las únicas balas capaces de noquearme
provenían de tus palabras y lloraban
mis ojos,
aunque sin derramar lágrima alguna.


Y si explotaba mi cabeza era exclusivamente tu culpa,
o tal vez también la mía
al otorgarte la autoridad para hacerlo.


Te quise, te amé, te adoré.
En el mismo momento en el que te repudiaba,
y odiaba con todo mi ser. Mi alma.


Escuché tu voz, y en un simple instante morí.
Y sentí tajante el sonido de tu silencio,
al cual yo imploraba por favor y con fervor:
¡interrúmpeme otra vez!

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