Enrédate en mis
auriculares
y háblame al
oído.
Quiero escuchar
tu dulce voz
acompañada por
un ritmo
de ukelele
hawaiano
que degusten mis
sentidos.
Y si yo en este
poema no rimo,
o rimo pero muy
mal;
enséñame
entonces tú a rimar.
Que esos finos
labios
rocen y besen a
los míos;
y nos miremos a
los ojos,
azules ambos.
Dormidos.
Que este secreto
ya no se
encuentre escondido
me importa muy
poco.
Y me sincero,
pesaba dentro
mío.
Me importa muy
poco
también el qué
dirán,
los otros,
los demás,
mientras contigo
yo pueda cantar.
Afina mis
cuerdas vocales.
Gira estas
clavijas,
clavadas
en esta niña
chiquita.
Yo soy tu
ukelele,
llévame a
Hawaii.
Con tus dulces
melodías
yo aprendí a
cantar.
Yo aprendí a soñar.