domingo, 26 de junio de 2016

Ukelele

Enrédate en mis auriculares
y háblame al oído.
Quiero escuchar tu dulce voz
acompañada por un ritmo
de ukelele hawaiano
que degusten mis sentidos.

Y si yo en este poema no rimo,
o rimo pero muy mal;
enséñame entonces tú a rimar.
Que esos finos labios
rocen y besen a los míos;
y nos miremos a los ojos,
azules ambos.
Dormidos.

Que este secreto
ya no se encuentre escondido
me importa muy poco.
Y me sincero,
pesaba dentro mío.

Me importa muy poco
también el qué dirán,
los otros,
los demás,
mientras contigo yo pueda cantar.

Afina mis cuerdas vocales.
Gira estas clavijas,
clavadas
en esta niña chiquita.

Yo soy tu ukelele,
llévame a Hawaii.
Con tus dulces melodías
yo aprendí a cantar.
Yo aprendí a soñar.

domingo, 19 de junio de 2016

Mariposas

Numerosas mariposas
vuelan revoloteando la pradera.
Baten sus alas,
baten
porque son libres.
Baten, porque quieren irse.
Baten,
porque son mariposas.

Es natural, te dicen algunos.
Es lógico, contestan otros.
Es obvio, afirman ellas.
Y baten, y siguen batiendo
por su libertad.
Por su vuelo,
desaferrado vuelo.


Insisto, son mariposas.
No deben vivir enjauladas.
¿Por qué, sin embargo,
algunas se quedan a voluntad en el encierro?
¿De verdad creen que eso es lo mejor?
¿Para ellas?
¿Para todos?


-¡Pero si te podés ir! ¡Andate! -
dijo una. O eso creo,
porque no hablan.
Sí,
soy una loca que escucha a las mariposas.
Y ustedes son los locos que las encierran.
Y ellas, que se encierran también.


Yo quisiera tanto ser una mariposa.
Completa, libre,
capaz de volar.
Tal vez lo soy, o lo puedo ser.
Y vos también.


Y ahora,
¿qué tal si cambiamos la palabra
mariposa,
por la palabra
mujer?

miércoles, 15 de junio de 2016

Abuela

El manto rosa pastel que arropaba a la beba,
la leche calientita a la medianoche y los cuentos
que me contabas cuando yo no podía dormir
aquellas madrugadas de verano.
En todo momento a mi lado.

“Vení conmigo,
dejémosla dormir a tu mamá”,
me decías.
Yo no entendía, porque mamá en casa
siempre tenía energía para mí.


Pero en el momento no me importaba,
y corría a acurrucarme en tus brazos
mientras nos tapábamos con las sábanas.
Y reíamos.


Y no importa cuántos años cumpla,
si dieciséis, diecisiete o váyase a saber.
A tu lado soy una niña;
crecida,
pero soy una niña.
Y amo serlo.


Porque sólo la caricia de una abuela
es la que sabe alimentar el alma y apañar con bondad,
todo aquel triste momento
que en algún pequeño, y oscuro recoveco
dolió en soledad.


Sólo tus ojos, verde esmeralda,
saben leer las palabras
que aún no salen a la luz

y que están más que escritas, grabadas
en mi corazón.

domingo, 12 de junio de 2016

Luciérnagas en Buenos Aires

     - Veo demasiadas luces de neón en esta ciudad habitada por luciérnagas. No se cieguen y brillen de una vez, ¡maldita sea! Me parece ilógico que la misma gente que nos puede sacar de la miseria sea la que consuma la miseria. Buenos Aires debería ser historia (y lo es), y no un mercado. Me duele la frivolidad que nos corrompe y nos integra al mismo tiempo. Que si tal boliche, que si tal feria… ¡Cortémosla! ¡Brillemos nosotros en vez de usar linternitas de colores! – exclamó.
     Cuando terminó de hablar yo no supe qué hacer. Nunca había oído a nadie hablar de esa manera. Sentí que me había escuchado a mí misma en sus palabras. Dijo en cuatro frases todo lo que yo pensaba y sentía, resumiéndolo perfectamente, y con el tono exacto en el que yo quería hacerlo. Agradezco tenerla en mi vida, porque si bien por nuestros ojos y oídos entra lo mismo, por nuestra boca salen cosas completamente diferentes. Yo no sirvo para hablar, y es ella la que le pone letra a mi canción. A mi eterna canción de vida.