sábado, 2 de diciembre de 2017

La ducha

    Otra vez me encontré a mí misma llorando en la ducha. Hacía mucho que no lo hacía; no en ese lugar, y no sé por qué fue mi sitio elegido para llorar.
    Sólo sé que mientras masajeaba el champú sobre mi cuero cabelludo y éste a su vez se convertía en espuma, sin darme cuenta empecé a lagrimear. Y no era ni el agua que me caía desde arriba en forma de lluvia, ni el champú haciéndome arder los ojos. La presión que sentía en el pecho me hizo darme cuenta de que era yo la que lloraba. Aún no sé por qué.
    De fondo sonaba una canción de rock de los setenta. Se estaba reproduciendo una playlist que se llamaba "All Out 70's" y tenía el spotify en modo aleatorio, así que no sé cuál ni de qué arista era.
    Traté de concentrarme en eso, en la música, que siempre me hace tan bien. Terminé de enjuagarme y decidí sentarme de manera que el agua caliente cayera sobre mis pies. Me dolían mucho así que aproveché a improvisar un hidromasaje en casa. Me miraba las uñas. Las tenía pintadas de un verde raro, como militar, y en algunas se notaba que el esmalte ya empezaba a saltarse.
    De nuevo sentí un dolor en el pecho. ¿Por qué lloraba? No lo sé. Me abracé a mis propios brazos. Seguí mirando mis pies, y seguí escuchado la canción hasta que terminó y empezó otra, de la cual tampoco recuerdo ni nombre ni artista. Me levanté y comencé a ponerme crema enjuague mientras pensaba a qué se podía deber tanta sensibilidad. ¿No me había tomado la pastilla? Sí, soy paciente psiquiátrica. Y sí me la había tomado, así que eso no era. ¿Estaba por indisponerme? No. No estaba en fecha, así que no era eso tampoco. ¿Entonces?
    Entonces se me ocurrió que podía escribir sobre eso. Y acá estoy. Son las 19:59pm de un sábado en el cual no hice mucho más que lo que ya conté. Estoy tomando mates lavados en el patio de mi casa, pasando frío y escribiendo un texto que no llegó a ningún lado, que no dejó ninguna moraleja ni enseñanza.
    Pero aunque sea no estoy llorando en la ducha.

sábado, 19 de agosto de 2017

Me importas mucho y eso me asusta...

Me importas mucho y eso me asusta.
Recibí y resistí tantos golpes;
tantas heridas, tantas batallas.
Mas tú me quitas lo astuta,
y el lugar donde caigo como gota al suelo
en tu sonrisa se halla.

Yo escribo porque siento que me lees.
Y eso es terrible, sabiendo
que en este mar de letras
intento describir un sentimiento ilegible.

Han sonado las campanas rotas
al unísono con mi corazón de hielo,
y con un sólo movimiento
me haces levitar en el cielo
como lo que en el agua flota.

viernes, 2 de junio de 2017

No me daba cuenta

   Todavía recuerdo la forma de sus manos, el tacto de sus palmas sobre el dorso de las mías, y la tibieza que compartía conmigo esas mañanas de invierno en las que yo no paraba de temblar. También recuerdo ver el contraste de nuestros colores de piel cuando mis dedos, pálidos como la nieve, se entrelazaban con los suyos, morochos y varoniles. Creo que lo más oscuro que tenía en mi cuerpo era el esmalte negro que adornaba mis uñas, mientras que lo único claro que tenía él era el blanco del ojo y la camisa salmón clarito que vestía su torso. Si tengo que ser sincera, no le quedaba muy bien que digamos. Pero qué me importaba su mal gusto por la ropa si eran sólo sus besos los que me daban calor, si eran sus labios los únicos que me hacían sentir un infierno ardiente sobre mi boca, y que me llenaban el alma de vida a la vez que me la quitaban.
   Y yo no me daba cuenta.

martes, 18 de abril de 2017

Dormida

No quisiera sonar egocéntrica pero…
cuando no te abrazan las nubes
yo sé que pensás en mí.

Que soy lo obvio y no una opción,
que no soy un “además me cae bien”.

Lo sé.

Pero saberlo no me alcanza
si no escucho tus palabras perfumadas,
ni tu risa. Si no te veo bailar,
si no te veo sentir.

Si jugamos en el bosque
a ver si el lobo está,
y cuando aparece no corrés.

Porque estás acostumbrada a que te coman.

Una
y otra vez.

Si siento que, más que soñando,
estás dormida.
Si no encuentro forma de despertarte,
y me doy cuenta que no hay un fin.

Si veo que los monstruos besan tu piel desnuda
y vos no hacés nada.

No gritás, no llorás, no pataleás.

Sólo tomás un último trago de vino y,
casi disfrutando,
dejás el vaso en la mesita de luz.

Te arropás con las sábanas de tu infancia
y te volvés a dormir.

lunes, 10 de abril de 2017

Intento de llanto

  Hoy vengo a escribir sobre un intento de llanto. Sí, así como lo dije, un intento. Porque me pasó entre risas nerviosas y un dolor inmenso en la boca del estómago, pero no hubo lágrimas.
  Yo me encontraba "tocando" la guitarra (y lo pongo entre comillas porque lo que yo hago me parece una ofensa a los guitarristas) sentada al borde de un banquito mientras mis amigas charlaban en un lugar un poco más alejado dentro de la habitación.
  En un momento el sonido de sus voces se comenzó a disipar. Habían notado mi cara, y entre susurros debatían si era conveniente hablarme o no en ese momento.
  Me preguntaron si estaba bien. Contesté que sí, que no, que tal vez, que no sabía. Empecé a contar lo que me había pasado antes de juntarnos a tomar mates, o almíbar. Le ponen tanta azúcar que yo la verdad ya no los sé distinguir.
  Comencé a transpirar, la guitarra se me resbalaba por sobre las medias de nailon, y mi torpeza no me ayudaba mucho a sostenerla sobre el regazo. Tartamudeaba un poco y me reía compulsivamente mientras hablaba.
  En un momento sentí una presión fuerte en el pecho y un nudo que me subía verticalmente por la garganta. Me callé. Las chicas me miraban fijo. Fue entonces cuando pensé "ya está, ahora me largo a llorar". Me palpitaron los párpados por un segundo, pero no pude soltar lágrima alguna.
  Pataleé con fuerza contra el piso cual nena chiquita encaprichada y berrinchuda, tratando de calmar la impotencia que sentía y de no gritar desaforadamente. Aunque algunos chillidos se me escapaban entre los dientes.
  Pocas veces llegué a pensar al llanto como algo lindo. Pero exactamente eso pensé: "qué lindo sería estar llorando en este momento". Cualquier cosa era más linda que esa ensalada rusa de emociones que me revolvía el estómago y me hacía doler.
  En cambio el llanto es agua. El agua fluye siguiendo su propio cauce, y con ella los problemas fluirían también.

viernes, 24 de marzo de 2017

Fueron 30.000


Y es que
¿cómo empezar a escribir sobre algo que aún no termina?

Porque seguimos buscando
a los niños y niñas,
a los nietos y nietas,
a los hijos e hijas.

A los desaparecidos.
A las desaparecidas.
Que, cabe aclarar,
no desaparecieron, no se perdieron;
no por su cuenta.

Voy a mencionar nombres fuertes:
Massera, Agosti, Videla.
Fuertes, porque duelen
como el fuerte golpe que fue.
Pero débiles, tan débiles,
porque sólo el hombre débil
usa la fuerza para ejercer poder.

Cuarentaiún años después
nos quieren volver a ver la cara.
Vendernos que fueron menos,
insistir en que no es algo de lesa humanidad.

Pero este pueblo tiene memoria,
sabemos la verdad
y queremos justicia.

Sé que mis palabras no son suficientes,
y tal vez es que no las hay.

Lo que sí hay es una cifra:
Fueron 30.000.
Que jamás desaparecieron del todo,
porque se encuentran en nuestra memoria y,
si conozco una verdad
es que la justicia va a llegar.

Nunca más.

domingo, 19 de febrero de 2017

Cuna de oro

Cuna de oro, a veces te odio.

Cuna de oro, a veces odio
haber nacido sobre tus sábanas.
 

Porque estoy consciente y porque sé,
que el tener todo lo que tengo
se corresponde con que otra persona no tenga.


Porque no todo es fruto de mi trabajo,
porque más de mil cosas me fueron dadas.
 

A costa del trabajo de otro,
a costa de su carencia.


Aunque agradezco no haber nacido en dicha condición,
de carencia,
cargo con esa culpa.


Con la culpa de que sufro por problemas chiquitos,
superficiales;
cuando hay alguien muriendo en este instante.


Me cuesta dormir con el hambre,
la pobreza y el dolor de tanta gente en mente.
Cargo con la culpa de que mi vida
dependa de otras muertes.


Cargo con la culpa de que muchas vidas que se van,
dependan de la protección de la mía.
De la protección de aquellos,
todos aquellos que nacimos aquí:
en la cuna de oro.