cuando
no te abrazan las nubes
yo sé
que pensás en mí.
Que soy
lo obvio y no una opción,
que no
soy un “además me cae bien”.
Lo sé.
Pero
saberlo no me alcanza
si no
escucho tus palabras perfumadas,
ni tu
risa. Si no te veo bailar,
si no
te veo sentir.
Si
jugamos en el bosque
a ver
si el lobo está,
y
cuando aparece no corrés.
Porque
estás acostumbrada a que te coman.
Una
y otra
vez.
Si
siento que, más que soñando,
estás
dormida.
Si no
encuentro forma de despertarte,
y me
doy cuenta que no hay un fin.
Si veo
que los monstruos besan tu piel desnuda
y vos
no hacés nada.
No
gritás, no llorás, no pataleás.
Sólo
tomás un último trago de vino y,
casi
disfrutando,
dejás
el vaso en la mesita de luz.
Te arropás
con las sábanas de tu infancia
y te
volvés a dormir.
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