miércoles, 15 de junio de 2016

Abuela

El manto rosa pastel que arropaba a la beba,
la leche calientita a la medianoche y los cuentos
que me contabas cuando yo no podía dormir
aquellas madrugadas de verano.
En todo momento a mi lado.

“Vení conmigo,
dejémosla dormir a tu mamá”,
me decías.
Yo no entendía, porque mamá en casa
siempre tenía energía para mí.


Pero en el momento no me importaba,
y corría a acurrucarme en tus brazos
mientras nos tapábamos con las sábanas.
Y reíamos.


Y no importa cuántos años cumpla,
si dieciséis, diecisiete o váyase a saber.
A tu lado soy una niña;
crecida,
pero soy una niña.
Y amo serlo.


Porque sólo la caricia de una abuela
es la que sabe alimentar el alma y apañar con bondad,
todo aquel triste momento
que en algún pequeño, y oscuro recoveco
dolió en soledad.


Sólo tus ojos, verde esmeralda,
saben leer las palabras
que aún no salen a la luz

y que están más que escritas, grabadas
en mi corazón.

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