lunes, 1 de junio de 2015

Fumar mata

   Las penas desbordan. Necesitas algo que te haga sentir mejor. Buscas en tu cartera la cajetilla de cigarrillos para poder fumarte uno y dejar tu alma en paz. Tomas el encendedor y lo prendes. Las chispas empiezan a saltar y das un primer largo pitido. Sueltas el aire suave y detenidamente, mientras ves el humo volar frente a tus ojos. Sales al patio para no dejar evidencia de tu silencioso acto de cobardía. Sientes la fría brisa en tu cara y cómo se enfrían tus vías nasales al respirar. Ya sentada en el pasto absorbes de nuevo tu droga, mientras ves cómo se quema poco a poco. Se consume lentamente al igual que tú y tu alma. Estás vacía, y llenarte de mentiras no te servirá de nada. En el fondo lo sabes, pero no puedes evitar querer sentir como si valieras algo, y para eso necesitas suicidarte de a poco. ¿Y con qué sentido? Si al fin y al cabo sólo estás vendiendo todo lo que eres y representas a una empresa que se dedica a ayudar a gente ya muerta a que se siga pudriendo. Fumar no sólo mata. Fumar te entierra cada día más profundo.

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