Las penas desbordan. Necesitas algo que te haga sentir mejor. Buscas en
tu cartera la cajetilla de cigarrillos para poder fumarte uno y dejar tu
alma en paz. Tomas el encendedor y lo prendes. Las chispas empiezan a
saltar y das un primer largo pitido. Sueltas el aire suave y
detenidamente, mientras ves el humo volar frente a tus ojos. Sales al
patio para no dejar evidencia de tu silencioso acto de cobardía. Sientes
la fría brisa en tu cara y cómo se enfrían tus vías nasales al
respirar. Ya sentada en el pasto absorbes de nuevo tu droga, mientras
ves cómo se quema poco a poco. Se consume lentamente al igual que tú y
tu alma. Estás vacía, y llenarte de mentiras no te servirá de nada. En
el fondo lo sabes, pero no puedes evitar querer sentir como si valieras
algo, y para eso necesitas suicidarte de a poco. ¿Y con qué sentido? Si
al fin y al cabo sólo estás vendiendo todo lo que eres y representas a
una empresa que se dedica a ayudar a gente ya muerta a que se siga
pudriendo. Fumar no sólo mata. Fumar te entierra cada día más profundo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario