El deseo no se aminoraba. Querer ser
libre era lo único que tenía en mente, y era el único camino que iba a tomar.
No podía quedarme maltrecha bajo un régimen corrupto, implorándole que me
devolviera a mi familia. Yo debía luchar. Pelear no por lo ya vivido y sí por
lo que había por vivir. No iba a resignarme a una vida basada en soledad
y melancolía. ¿Qué sentido tenía llorar? Si lo único que conseguía así era que
se me corriera el maquillaje y se me hincharan los ojos. Quería creer que todo
lo que había pasado no había sido más que culpa del destino. Pero debía probar
lo contrario. Quedarme sentada lamentándome no era una opción. Mi ventura
dependería sólo de mí misma, y fue entonces cuando salí y cerré la puerta de la
casa. Corrí hasta llegar muy lejos, tanto que casi no podía alcanzar a ver
lo que había dejado atrás.
Felicitaciones escritora!!!
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