jueves, 25 de junio de 2015

No fue el destino

El deseo no se aminoraba. Querer ser libre era lo único que tenía en mente, y era el único camino que iba a tomar. No podía quedarme maltrecha bajo un régimen corrupto, implorándole que me devolviera a mi familia. Yo debía luchar. Pelear no por lo ya vivido y sí por lo que había por vivir. No iba a resignarme a una vida basada en soledad y melancolía. ¿Qué sentido tenía llorar? Si lo único que conseguía así era que se me corriera el maquillaje y se me hincharan los ojos. Quería creer que todo lo que había pasado no había sido más que culpa del destino. Pero debía probar lo contrario. Quedarme sentada lamentándome no era una opción. Mi ventura dependería sólo de mí misma, y fue entonces cuando salí y cerré la puerta de la casa. Corrí hasta llegar muy lejos, tanto que casi no podía alcanzar a ver lo que había dejado atrás.

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