El cielo
cambió de color, y el regusto ácido del vino se intensificó. El viento voló las
hojas resecas dentro de la casa. Todo se dio vuelta y por activa o por pasiva
te mareó. Alucinaste.
Retumbaban
los cantos de las aves en tus oídos. El aire cada día más puro, el sol
más brillante y arrasador. La taza de café se te resbaló de las manos, y el
brebaje te quemaba cada vez más la garganta.
¿Es dulce o
amargo? Te preguntaste cuando probaste la mermelada de higo, y cuando con la
misma confusión saboreaste una cucharada de tu pequeña y minúscula realidad.
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