Me
has robado el corazón,
maldito
desdichado.
Corazón
del que ahumado
se
esfumó en la neblina.
Abrumado
consigo mismo,
echó
en mí la culpa.
Estando
oculta la propia verdad,
creí
vivir en nuestra, también,
propia
mentira.
Como
el dulce canto de los pájaros
se
oyó
la
melodía engañosa
de
tus palabras.
Ahora
ya no puedo esconderme.
Fui
una ilusa.
Y
sólo un niño inocente
podría
ver un rostro en mi sonrisa,
y
no sólo una sonrisa en mi rostro.
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