Eso que tanto
odio y desprecio. Eso de lo que vivo tratando de alejarme. Eso de lo que quiero
escapar para sentirme feliz por un rato. Eso en lo que yo me convertí. Yo soy
la monotonía en piel humana.
Y está bien, hay
que admitir que si no fuera por la rutina, los ratos libres no serían tan
divertidos, ni los disfrutarías tanto. El problema está cuando esos momentos de
felicidad se desvanecen, y, un día, sin darte cuenta, los perdiste. Y vos misma
te perdiste.
Vivís buceando en
un mar de tareas cargosas, labores exhaustivos, charlas aburridas, e ideas
confusas que nublan tu mente. Estás paralizada y ya no sabés cómo controlar
todo. Directamente no podés. Ya no sentís esos nervios locos por querer
terminar todo y poder hacer algo más, algo productivo en tu vida. Ahora
simplemente hacés las cosas despacio, sentada en el escritorio, cayéndote poco
a poco sobre tus apuntes porque ya no das más. Estás agotada, sólo necesitás
dormir.
La diferencia es
que ya no sos la chica que dejaba un poco de lado las obligaciones para
mantener su salud, o su mente más tranquila al pasar un rato con amigos, o
sencillamente descansando. No. Ahora te importa la opinión de tus profesores, tus
compañeros, y de todo tu alrededor. Sentís que ningún esfuerzo tuyo, por más
grande que sea, nunca vaya a servir de nada. No va a calmar el monstruo que
todos los demás llevan dentro. Insaciable. Quieren que seas responsable,
organizada, atlética, linda... pero que también salgas todos los fines de
semana y te emborraches, porque sino sos una amargada. Pero la realidad es que
no podés con todo. Es más, sentís que ya no podés con nada.
Entonces la
pregunta es: ¿Por qué? ¿Por qué de un momento a otro te empezó a importar tanto
todo? Y la respuesta, está dentro tuyo. Sólo vos misma podés determinar lo que
es importante y lo que no en tu vida. Y aunque tardes, en algún momento vas a
encontrar la solución a todos tus problemas.
"No dejes
que un bache te impida seguir tu camino."
No hay comentarios.:
Publicar un comentario