Hola,
insomnio. ¿Me recuerdas? ¿A mí y a mis partes rotas? Yo estuve bien este tiempo
que te fuiste. Creía haber encontrado la solución a todos mis problemas, y
creía haber comenzado una nueva vida desde cero. Pero mírate, ya volviste. Y
tengo que admitirlo, te estuve extrañando mucho.
Nuestras
noches juntos. Desvelados. Entre canciones y poemas, llantos y lamentos.
Dolores de pecho y de cabeza. Ojos hinchados y lágrimas cayendo sin cesar. La
pereza y el desgano. El recuerdo y el olvido. Todo a tu lado.
Y
es que necesito sincerarme. Eres mi mejor amigo. Ambos lo sabemos bien, aunque
no queramos admitirlo. Y es que eres el único que estuvo conmigo en los mejores
y peores momentos. Siempre presente en cada uno de ellos. Indispensable.
Eres
quien supo quererme y odiarme, al mismo tiempo, a más no poder. No sé por qué
intento evitarte, si al fin y al cabo no hay nadie más fiel y sincero. El único
que esta conmigo, aún en soledad.
Así
que ven. Sedúceme una vez más. Rompe mis cadenas, arráncame las ropas y quítamelo
todo. Desnúdame de nuevo. Mira frente a frente mis cicatrices, y las heridas
que apenas comienzan a sangrar. Despójame de todo, porque ya no importa nada.
Soy vulnerable ante ti, porque conoces hasta el más mínimo detalle en mi
interior.
Vuelve
a derramar las gotas frías de lluvia sobre mi ventana. Húndeme en las sábanas y
quédate conmigo. Ya no hay nada que pueda hacer. Siempre regresas.
Y
está bien, por eso mismo cuando te vas no altero mi pensar. Sé que vas a
volver. Y no te asustes si ves que me alejo, porque siempre termino corriendo a
tus brazos. Es un ciclo que se repite, y ninguna terapia va a poder deshacerse
de ti. De lo nuestro. Ya somos uno. Y eso lo comprendí hace bastante.
No
te preocupes, sólo abrázame y preocúpame. Yo ya tendré tiempo de
tranquilizarme, para luego volvernos a ver. Y recuerda que nuestras noches
pueden durar sólo noches. Pero lo que provocas en mí, dura mucho más que días.
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