jueves, 21 de mayo de 2020

AVISO IMPORTANTE

Queridxs lectorxs: ha tocado el momento de renovarse.
Ya no voy a usar más este Blog, o por lo menos no para publicar mis poemas.
Estoy muy contenta por un lado, porque ahora en Instagram seguramente tenga una audiencia más grande. Por otro, me pone un poco nostálgica, porque este sitio ha sido mi lugar de expresión durante muchos años. Lo empecé a los quince años. Ahora tengo veinte.
Quiero agradecer a quienes me vienen leyendo desde el día uno; que son súper poquitxs, pero también súper importantes.
Tal vez vuelva a publicar aquí el día que se me ocurra escribir un texto más extenso, algo así como un cuento. Aún no lo sé.

Les dejo aquí debajo el link del Instagram, ¡nos estamos viendo y escribiendo por allí!

Saludos, #FAB

instagram.com/escritura_florencia

domingo, 7 de julio de 2019

Bosque

   Tenía puestas esas vans del año del pedo, todas manchadas, machucadas, con los cordones mal atados, y escritas por una antigua yo que estaba muy aburrida en clase de váyase a saber qué. Sostenía esa pequeña flor amarilla en mano, y, en frente de mí, tenía una hermosa vista del agua chocando contra las piedras. 
   Me puse a pensar en mi infancia por culpa de esa florcita, que yo de chica solía llamarle "la flor tutunan". Creo que, y esto es cien porciento suposición mía, le decía así porque la primera vez que vi estas flores fue al costado de la ruta yendo de viaje a Tucumán.
   En un momento se me dio por levantarme de donde estaba sentada y meterme en el bosque. Si subía la cabeza miraba los árboles, si la bajaba veía mis pies, y los pastos, y sentía que un duendecito iba a aparecer entre las plantas y me iba a empezar a charlar.
   ¡Qué loco! ¿no? Me sigo pareciendo mucho a esa nena que recogía flores al lado de la ruta, o que le tenía miedo al bosque de Blancanieves, y que soñaba con hacerse amiga de los siete enanitos.
   Toda mi oniria finalizó cuando me golpeé la cabeza con un par de ramas que se quedaron enmarañadas en mi pelo, y que tardé un buen rato hasta poder desenredarlas. Es por estas cosas que a veces odio ser alta.
   Pero cuando terminé con ese embrollo, volví a contemplar el lugar en que me encontraba. Miré las rocas, miré el agua, miré los troncos caídos, miré el pasto, miré mis manos muertas de frío y las guardé en los bolsillos.
   Miré, y no despegué mis ojos del horizonte. Respiré profundo, sentí el aire fresco (fresquísimo) entrando en mis pulmones.
   Cerré, finalmente, los ojos. Y regresé a mi sitio de paz y niñez.

lunes, 15 de enero de 2018

Ella

La casa se encontraba sola
y se sentía vacía.

Hacía falta ella.

Estaba todo a oscuras
con las ventanas abiertas,
y corría el frío invernal
que helaba lo más profundo de mi pecho.

Hacía falta su risa tintineante,
hacía falta el calor de su alegría
y la dulzura de su voz.

Me dolía su ausencia;
aunque su presencia era peor.

Y me carcomía la envidia.

Porque era tan bella;
tan buena.
Tan ella.

Tan luminosa,
y no oscura como yo.

sábado, 2 de diciembre de 2017

La ducha

    Otra vez me encontré a mí misma llorando en la ducha. Hacía mucho que no lo hacía; no en ese lugar, y no sé por qué fue mi sitio elegido para llorar.
    Sólo sé que mientras masajeaba el champú sobre mi cuero cabelludo y éste a su vez se convertía en espuma, sin darme cuenta empecé a lagrimear. Y no era ni el agua que me caía desde arriba en forma de lluvia, ni el champú haciéndome arder los ojos. La presión que sentía en el pecho me hizo darme cuenta de que era yo la que lloraba. Aún no sé por qué.
    De fondo sonaba una canción de rock de los setenta. Se estaba reproduciendo una playlist que se llamaba "All Out 70's" y tenía el spotify en modo aleatorio, así que no sé cuál ni de qué arista era.
    Traté de concentrarme en eso, en la música, que siempre me hace tan bien. Terminé de enjuagarme y decidí sentarme de manera que el agua caliente cayera sobre mis pies. Me dolían mucho así que aproveché a improvisar un hidromasaje en casa. Me miraba las uñas. Las tenía pintadas de un verde raro, como militar, y en algunas se notaba que el esmalte ya empezaba a saltarse.
    De nuevo sentí un dolor en el pecho. ¿Por qué lloraba? No lo sé. Me abracé a mis propios brazos. Seguí mirando mis pies, y seguí escuchado la canción hasta que terminó y empezó otra, de la cual tampoco recuerdo ni nombre ni artista. Me levanté y comencé a ponerme crema enjuague mientras pensaba a qué se podía deber tanta sensibilidad. ¿No me había tomado la pastilla? Sí, soy paciente psiquiátrica. Y sí me la había tomado, así que eso no era. ¿Estaba por indisponerme? No. No estaba en fecha, así que no era eso tampoco. ¿Entonces?
    Entonces se me ocurrió que podía escribir sobre eso. Y acá estoy. Son las 19:59pm de un sábado en el cual no hice mucho más que lo que ya conté. Estoy tomando mates lavados en el patio de mi casa, pasando frío y escribiendo un texto que no llegó a ningún lado, que no dejó ninguna moraleja ni enseñanza.
    Pero aunque sea no estoy llorando en la ducha.

sábado, 19 de agosto de 2017

Me importas mucho y eso me asusta...

Me importas mucho y eso me asusta.
Recibí y resistí tantos golpes;
tantas heridas, tantas batallas.
Mas tú me quitas lo astuta,
y el lugar donde caigo como gota al suelo
en tu sonrisa se halla.

Yo escribo porque siento que me lees.
Y eso es terrible, sabiendo
que en este mar de letras
intento describir un sentimiento ilegible.

Han sonado las campanas rotas
al unísono con mi corazón de hielo,
y con un sólo movimiento
me haces levitar en el cielo
como lo que en el agua flota.

viernes, 2 de junio de 2017

No me daba cuenta

   Todavía recuerdo la forma de sus manos, el tacto de sus palmas sobre el dorso de las mías, y la tibieza que compartía conmigo esas mañanas de invierno en las que yo no paraba de temblar. También recuerdo ver el contraste de nuestros colores de piel cuando mis dedos, pálidos como la nieve, se entrelazaban con los suyos, morochos y varoniles. Creo que lo más oscuro que tenía en mi cuerpo era el esmalte negro que adornaba mis uñas, mientras que lo único claro que tenía él era el blanco del ojo y la camisa salmón clarito que vestía su torso. Si tengo que ser sincera, no le quedaba muy bien que digamos. Pero qué me importaba su mal gusto por la ropa si eran sólo sus besos los que me daban calor, si eran sus labios los únicos que me hacían sentir un infierno ardiente sobre mi boca, y que me llenaban el alma de vida a la vez que me la quitaban.
   Y yo no me daba cuenta.

martes, 18 de abril de 2017

Dormida

No quisiera sonar egocéntrica pero…
cuando no te abrazan las nubes
yo sé que pensás en mí.

Que soy lo obvio y no una opción,
que no soy un “además me cae bien”.

Lo sé.

Pero saberlo no me alcanza
si no escucho tus palabras perfumadas,
ni tu risa. Si no te veo bailar,
si no te veo sentir.

Si jugamos en el bosque
a ver si el lobo está,
y cuando aparece no corrés.

Porque estás acostumbrada a que te coman.

Una
y otra vez.

Si siento que, más que soñando,
estás dormida.
Si no encuentro forma de despertarte,
y me doy cuenta que no hay un fin.

Si veo que los monstruos besan tu piel desnuda
y vos no hacés nada.

No gritás, no llorás, no pataleás.

Sólo tomás un último trago de vino y,
casi disfrutando,
dejás el vaso en la mesita de luz.

Te arropás con las sábanas de tu infancia
y te volvés a dormir.